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Consejos a un recién casado

5/7/2018

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​Hay fechas que puedes olvidar sin mayor problema, pero, mi amigo, hay otras que no debes olvidar de ningunísima manera, por tu propio bien, por tu integridad física, y en casos extremos, dependiendo del carácter de tu señora, por tu propia supervivencia. Me refiero a la fecha del aniversario matrimonial. Hasta del día en que naciste te puedes olvidar, que en realidad solamente te importa a ti y a tu mamita, pero jamás te olvides de la magna celebración martirmonial. En mi caso, el 16 de Noviembre es una fecha sagrada, más importante que la del aniversario patrio, ya que ese día, mi señora y yo celebramos un año más de yugo martirmonial ¡Yupi!
 
La ceremonia de nuestra boda fue tan linda, tan elegante. Según ella, dizque cuando la recibí en el altar yo temblaba como perro chino, aunque, de acuerdo a mi versión, yo estaba más sereno que canadiense en domingo. Todo salió bien. Claro, yo cometí un pequeñísimo error, imperceptible para los espectadores, pero que mi señora, con esa memoria tan fabulosa y especial tan única del sexo femenino, tiene a bien refregarme en público, en momentos claves. Resulta que el cura me presentó el aro matrimonial para que yo se lo pusiera a ella en el dedo. Por la forma como me lo presentó, yo creí que el cura quería ponerme a mí el aro, y como jamás me había casado antes, pensé “seguramente así será, me lo estará probando”, así que le extendí el dedo anular, en vez de la palma de la mano. El error se arregló rápidamente gracias a un codazo de mi ya casi señora, aplicado en coordinación con una sonrisa y una explicación del cura. Aparte de eso, todo marchó sobre ruedas. Claro, la autopista del matrimonio tiene sus baches, sus curvas cerradas, sus frenadas intempestivas, sus rocas en el camino y a veces sus llantas bajas, ¡quién no lo sabe!, pero por lo menos seguimos los dos en el mismo automóvil.
 
Ya que en nuestro matrimonio hemos sobrevivido un terremoto, dos gobiernos militares, dos cesáreas, una hija, un hijo, Canadá, vivir con mi suegra, vivir con mi mamá, vivir con las dos a la vez, el gobierno de Brian Mulroney, los hermanos de  Toledo, el paso de los años y, después de todo esto, todavía seguimos juntos, creo que me puedo permitir, modestamente, dar algunos consejos a los hombres que quieran hacer durar su matrimonio. A las damas y damiselas no les digo nada, porque ellas se las saben todas y no necesitan consejos de nadie, menos de un varón común y corriente como yo. Así que para mis lectores hombres, casados ya, o para esos locos que no escarmientan y que están pensando en casarse, aquí les entrego estos consejos.
 
CONSEJO 1:
Tu esposa siempre tiene la razón.
 
CONSEJO 2:
Si no te pudiste casar con una huerfanita, convéncete a ti mismo de que la brujería es una ciencia. De esa manera, cada vez que veas a tu suegra, la verás como a una científica de renombre y no como quien realmente es ella: la bruja Hermelinda.
 
CONSEJO 3:
Nunca engañes a tu mujer con otra. O peor aún, con otro, que para eso sí que no hay consejo en el mundo que te salve.
 
CONSEJO 4:
Si te ves obligado por las circunstancias a no poder seguir fielmente el consejo número 3, no lo admitas nunca jamás, sobre todo si hay cuchillos de cocina cerca al lugar de la conversación. Acuérdate del famoso caso de la Lorena Bobitt, que para asustarnos a nosotros aún más, encima de todo, es latina.
 
CONSEJO 5:
Cualquier cosa que diga tu señora, por lo que más quieras, préstale atención, así no te parezca importante, que no hay nada que más reviente al sexo femenino que creer que uno no está escuchando lo que dicen.
 
CONSEJO 6:
Mantén una distancia equivalente a la de un cuadrante del meridiano terrestre con tus cuñados, que lo único que quieren es aprovecharse de tu buen corazón.
 
CONSEJO 7:
Entiende lo que el acto de comprar significa para el género femenino. Para nosotros "macho men" que somos, comprar es algo necesario que se debe ejecutar rápida, directamente, en el mínimo tiempo necesario y con precisión militar. Para la mujer en cambio, comprar es un arte, una técnica compleja, parte de la felicidad de la existencia humana. Para ellas, comprar es parecido a lo que jugar un partido de fútbol es para los hombres. Cuando la mujer no encuentra lo que busca es como cuando el jugador pierde el partido. Si  ella encuentra lo buscado, pero tiene que pagar un precio normal, es como cuando uno empata un partido. Y cuando ella descubre una rebaja que nadie, pero nadie más sabe y se ahorra aunque sea dos dólares cincuenta, es equivalente a que cuando con un gol nuestro en el minuto 89, hacemos que nuestro equipo gane el partido, y de pasada el campeonato de la liga.
 
CONSEJO 8:
No te pongas celoso por las puras albóndigas, ni te sulfures si a tu mujer le gusta con locura y empieza a dar pataditas en el suelo cada vez que ve a Tom Cruise, a Brad Pitt, o escucha cantar a Alejandro Fernández. Más bien preocúpate si ella le hace ojitos al carnicero o a algún compañero de trabajo. ¡Esos son los peligrosos!
 
CONSEJO 9:
Acepta el hecho que ejercitar la igualdad de los sexos es prerrogativa femenina. En decidir cuál canal de televisión ver los dos tienen la misma voz y voto, pero si se trata de cargar las bolsas del mercado, o de terminar el maldito “basement”, se acabó la igualdad así que comienza nomás.
 
CONSEJO 10:
La primera vez que estando tú con la lanza en ristre, ella te diga que le duele la cabeza, no digas lisuras, ni golpees a puñetazos la mesita de noche, ni tampoco te la agarres a golpes con la pobre almohada que no es su culpa. Tráele calladito un par de aspirinas y date una duchita fría con cualquier pretexto. Acuérdate de mí: un día, tarde o temprano, tú vas a ser el del dolor de cabeza.
 
Si no puedes acordarte de todos estos consejos, basta con que cumplas el consejo número 1. Si los sigues todos y tu esposa colabora, te garantizo mínimo unos treinta años de martirmonio. Lo que venga después ya va por tu cuenta.
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